Vicente Francisco Torres: un acercamiento a la novela de enigma

22/09/2018 - 12:03 am

Desde hace años el escritor, periodista, investigador y maestro de la UAM Azcapotzalco, Vicente Francisco Torres Medina (México, 1953), ha estudiado a los diversos escritores de este género y entablado amistad con muchos de ellos como el ya citado Paco Ignacio Taibo o Gonzalo Martré (México, 1928). Entre sus publicaciones se encuentra la antología El cuento policial mexicano (1982), Muertos de papel: un paseo por la narrativa policial mexicana (2003),  Yo no olvido el año viejo (1998), Está narrativa mexicana (1991), sólo por mencionar algunos.

Por Roberto Feregrino

Ciudad de México, 22 de septiembre (SinEmbargo).- Luego de casi cincuenta años de la primera edición de El complot mongol (1969), de Rafael Bernal (México, 1915-1972), el género policiaco ha ido mutando considerablemente. Bernal escribió mucho y variado (novela, cuento, ensayo, poesía), antes de regalarnos a ese héroe de papel llamado Filiberto García, ya había logrado esbozos detectivescos con Don Teódulo Batanes de una manera chusca donde repetía sinónimos al momento de dar explicaciones o esclarecimientos. Rafael tuvo un gran acierto: mostrar la ciudad con escenarios urbanos en el Centro Histórico de la Ciudad de México, concretamente el Barrio Chino. En la actualidad todos sus lectores agradecemos las reimpresiones y estudios en su honor: la novela gráfica ilustrada por Ricardo Peláez con guión de Luis Humberto Crosthwaite y publicada por el FCE, la película de Antonio Eceiza de 1977 donde Pedro Armendáriz Jr., es el policía, y la que se filma actualmente bajo la dirección de Sebastián del Amo.

Después apareció en escena otro grande de la Novela Negra que abrevó de las páginas creadas por Bernal: Paco Ignacio Taibo II (Guijón, 1949), trajo a la vida literaria a Héctor Belascoarán Shayne con un acierto además de recrear la vida urbana en la Ciudad de México: hizo una saga —de nueve libros— donde aparecía este personaje en diversas peripecias, provocando la necesidad de seguirlo en cada entrega, Días de combate (1982) abre el telón y lo cierra Adiós, Madrid (1993).

Desde hace años el escritor, periodista, investigador y maestro de la UAM Azcapotzalco, Vicente Francisco Torres Medina (México, 1953), ha estudiado a los diversos escritores de este género y entablado amistad con muchos de ellos como el ya citado Paco Ignacio Taibo o Gonzalo Martré (México, 1928). Entre sus publicaciones se encuentra la antología El cuento policial mexicano (1982), Muertos de papel: un paseo por la narrativa policial mexicana (2003),  Yo no olvido el año viejo (1998), Está narrativa mexicana (1991), sólo por mencionar algunos.

El ensayo La rebambaramba le valió el premio Alfonso Reyes en Monterrey, allá por el año de 1997. Incursionó en el periodismo por una sola pasión: los libros. Torres dirigió con sobrado esmero la maestría de Literatura Mexicana Contemporánea de la UAM Azcapotzalco, siempre con un pie en el periodismo y otro en la enseñanza. Nos reunimos con él para preguntarle sobre cómo ve a la prensa actualmente, sus futuros proyectos y qué cambios percibe en la literatura. Muy amable, sonriente y con infinidad de anécdotas, esto fue lo que nos contestó.

–¿Cómo ve el periodismo actualmente, cree que los periodistas se estén convirtiendo en muertos de papel, aludiendo a su libro?

–Veo que los jóvenes que quieren ingresar al periodismo tienen dificultad porque cada vez se hacen menos periódicos de papel y los pocos suplementos culturales que hay son muy pequeños, ya no son como el de Uno más uno, el Novedades (que lo dirigía José de la Colina) o El Nacional. Lo que he visto es que ahora publican en internet, en los medios digitales, y eso es lo que hace que se cierren espacios impresos. Antes si querías publicar en un suplemento ibas con el director o el jefe de redacción, le llevabas un texto y si valía la pena te lo publicaba y ahí te quedabas. Hoy los amigos o las personas que tienen apellidos de gente que estuvo en el medio antes, lo van copando y no siempre su trabajo es de lo mejor.

–¿Cómo ve el género policial actualmente?

–El género policial es un género que los lectores cultos realizan en secreto, diría que es hasta avergonzarte para ellos, pero a la mera hora casi todos son lectores de eso, sólo que muy pocos se atreven a decirlo. Juan Carlos Onetti (Uruguay, 1909) lo defendía, él se declaraba lector de literatura policiaca, de hecho hizo traducciones como Jorge Luis Borges (Argentina, 1899). En algún momento fue un género marginal, pero ahora los mismos editores les piden por encargo los libros a los escritores. Hay dos momentos de la historia de literatura policial en México: una, la que inicia con el relato de enigma que acaba hasta Rafael Bernal y dos, la que empieza después de Rafael Bernal, con Paco Ignacio Taibo, hasta los autores de hoy como Bernardo Fernández Bef (México, 1972), Bernardo Esquinca (Guadalajara, 1972), Hilario Peña (Mazatlán, 1979), Luis Humberto Crosthwaite (Tijuana, 1962), Ricardo Vigueras (España, 1968), etcétera.

El género policial es un género que los lectores cultos realizan en secreto, dice. Foto: Cortesía Roberto Feregrino

–Usted fue uno de los primeros en hacer una Antología del cuento policial mexicano

–Ese libro fue una inquietud personal. Como siempre he sido investigador comencé a hurgar qué había. Emmanuel Carballo (Guadalajara, 1929-2014), que iba a dirigir “El gallo ilustrado”, suplemento del periódico El día, me llamó y —fue un momento muy intenso para mí que me buscara— me dijo: “Voy a dirigir el suplemento ‘El gallo ilustrado’ y tengo interés que usted colabore conmigo, ¿le gustaría?” Naturalmente le dije que sí. El suplemento iba a ser monográfico, es decir, una semana literatura, otra de antropología, otra historia; entonces nos dijo, “quiero que me digan un tema de la Literatura Mexicana que conozcan bien para que hagan el suplemento entero”.  “Literatura Policiaca”, contesté. El trabajo consistía en hacer un ensayo introductorio y hacer una selección de textos. En aquel entonces estaba muy contento con lo que iba encontrando porque no era materia conocida, para mí era una tierra nueva. Preparé la selección y se lo llevé. Emmanuel Carballo tenía una forma de trabajo muy peculiar: leía tu texto enfrente de ti y te decía si le gustaba o no. Finalmente salió en forma de un número monográfico de “El gallo ilustrado”. Después de unos meses entré a la librería del Palacio de Bellas Artes y vi en un exhibidor un libro blanco que tenía una mano con una pistola, me dije “este es policiaco”. Lo compré y resultó que era lo mismo que había salido en el suplemento, pero él lo convirtió en libro sin preguntarme nada. Le llamé para aclarar las cosas y me contestó: “se me olvidó decirte, pero cuando quieras puedes venir para que te pague tus derechos”. No le pedí dinero, le dije que me diera libros, aun así quedo un sobrante y me dio un cheque que todavía conservo en mi cubículo de la UAM. Así surgió el libro, es muy citado porque es un texto fundacional.

–¿De dónde le viene el gusto por leer historias de policías y ladrones?

–Todo tiene que ver con nuestra biografía. Trabajé muchos años en la revista Tiempo (que fundó Martin Luis Guzmán (Chihuahua, 1887-1976) y cuando llegué la dirigía su nieto). Al salir de trabajar, caminaba a una librería de viejo donde descubrí una antología rarísima que se llama El cuento policial latinoamericano (1964) que realizó un profesor americano de nombre Donald Alfred James. Lo leí con mucho interés porque las narraciones eran, ni más ni menos, que de Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo (Argentina, 1903-1993), Manuel Peyrou (Argentina, 1902-1974), y los mexicanos José Martínez de la Vega (San Luis Potosí, 1907-1954), Rafael Bernal, María Elena Bermúdez (Durango, 1916-1988). Esto me interesó, así que un día busqué en el directorio telefónico a María Elvira Bermúdez y le llamé. Le dije que quería hacerle una entrevista para la revista y accedió. La entrevista se la llevé a Huberto Batís (Guadalajara, 1934-2018) y terminó en manos de Enrique Loubet (España, 1929-2008) quien la publicó en la revista Comunidad Conacyt. Luego de todo esto Loubet me invitó a trabajar en Excélsior escribiendo sobre literatura policiaca y de ahí salió Muertos de papel.

–¿Leyó a los autores clásicos como Raymond Chandler?

–Sí. Yo vivía en Tacuba y ahí había un almacén de ropa que se llamaba Almacenes García (ahora se llaman Cuidado con el Perro). A veces entraba para comprarme ropa, pero resultó que en esa tienda había unas mesas con grandes lotes de Novela Negra que publicó la editorial Bruguera. Ahí leí James M. Cain, Raymond Chandler, Horace Mccoy, Jim Thompson. Conforme iba comprando los libros escribía sobre ellos en la revista Tiempo y luego supe que esa colección me llevó a conocer a los grandes autores de la Novela Negra a la par de la novela de enigma que se hacía en México.

Un hombre que sabe mucho de la narrativa mexicana. Foto: Especial

–¿Quién instaura como tal el género policiaco en México?

–Conocí a Bernardo Giner (España, 1888-1970) gracias a un concurso de Novela Negra que lanzó Fernando Valdés a finales de los 60´s, Giner nos decía que en México había una novela policiaca muy buena, aunque lamentablemente estaba embodegada, se refería a El complot mongol. Aquella novela se publicó en 1969, cuando Bernal trabajaba en la secretaría de relaciones exteriores como diplomático, curiosamente ahí creyeron que era una novela cifrada y por eso la retiraron. Un buen día a alguien se le ocurrió decir que se sacara para no hacer un escándalo y no se volviera a reeditar, de tal modo que a finales de los 70´s salió de la bodega El complot mongol y podías encontrar después de 10 años la primera edición todavía como nueva. Eso fue muy importante porque fue la novela que detonó el género en México.

–¿Qué le gusta de la cultura popular?

–Cuando naces en un medio económicamente desprotegido, pues tomas lo que hay. Yo escribí un libro que se llama La novela bolero latinoamericana (1998) y es sobre la música popular: Daniel Santos, La Sonora Matancera, Celia Cruz, Agustín Lara, Pérez Prado, etcétera; eso lo escribí como una terapia, porque cuando fui a la universidad me di cuenta que ahí predominaba la alta cultura, pero a mí me seguía gustando ese tipo de música, así que decidí agarrar al toro por los cuernos y escribir a modo de exorcismo. No puedes renegar del sustrato en el que creciste. Armando Ramírez (México, 1952), por ejemplo, es reportero de televisa, ha ganado dinero con la adaptación de sus libros al cine, pero no se ha separado del ambiente popular. Emiliano Pérez Cruz (México, 1955), escribe sobre Ciudad Nezahualcóyotl. La cultura popular es muy gozosa y cuando los escritores acceden a ella tienen grandes tirajes. Actualmente a alguien se le ocurrió que libro vaquero fuera realizado por escritores y se hizo el experimento con Yuri Herrera (Actopan, 1970) y Jordi Soler (Veracruz, 1963). Y si nos vamos más atrás está Gonzalo Martré con Fantomas. La cultura popular tiene un tremendo atractivo.

Alfonso Reyes distinguía entre novela policial y novela oficial, dice Vicente Francisco Torres. Foto: Especial

–¿Se tiene que revalorar  el género policiaco?

–No lo necesita, es un género que camina solo. No me cabe duda que la novela basada en el narcotráfico es muy leída, la prueba está en que las editoriales grandes llaman a los autores que han publicado algún libro de este tipo para que se arme un libro de narcocuentos, sé de un par de libros que nacieron así. Ya fue revalorado, eso lo hacen los lectores. Esos libros son una forma de entender el mundo en que vivimos. De los escritores jóvenes he aprendido mucho. Yo no sabía qué era eso de las snoff movies aunque me hizo recordar Otras caras del paraíso (1995) de a Francisco José Amparán (Torreón, 1957-2010), porque el enigma gira en torno a unas películas donde están violando y descuartizando a una mujer. Bef habla de las drogas de diseñador, un mundo en el que estamos inmersos y además está en auge. Si no quiero envejecer tan dramáticamente pues tango que estarme informando de qué es eso.

–Los recursos de la novela policial se usan mucho aunque no sean policiacas, ¿le parece?

–Alfonso Reyes distinguía entre novela policial y novela oficial. Hoy podríamos decir novela popular y novela artística, pero hay muchas novelas que usan los recursos de la novela policiaca, en México tenemos El miedo a los animales y La doble vida de Jesús, de Enrique Serna (México, 1959); Asesinato, de Vicente Leñero (Guadalajara, 1933-1914); Las muertas, de Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato, 1928-1983); Los errores, de José Revueltas (Canatán, 1914-1976); De puño y letra, de Luis Arturo Ramos (Veracruz, 1947), tienen mucho de policiaco. Lo que pasa es que los recursos de la novela policiaca se usan mucho porque le da mucha agilidad a los libros, tiene sus bondades narrativas y es muy atractivo para el lector. Juan José Rodríguez (Mazatlán, 1970) ha hecho novela no policial, pero cuando la hacía le quedaba muy bien (Laidy metralla y Mi nombre es Casablanca). Bernardo Esquinca escribe novela policiaca y algo más; es decir, usa los recursos pero son novelas históricas, fantásticas, biográficas, recreaciones de episodios reales, bien podrían usar bibliografía al final, eso lo hace muy atractivo, es un novelista de la ciudad, un escritor hecho y derecho.

–¿Qué opina de la Nota Roja?

 –Ensayo de un crimen partió de un asesinato de Nota Roja, Carne de ataúd es la recreación de un asesino de fines del siglo XIX, Inframundo es una fantasía a partir de un libro que perdió el adivino que venía con Hernán Cortés. J. M Servín (México, 1962) tiene una fascinación por la nota roja que comparte con Bernardo Esquinca. En el 2016, Servín montó en la penitenciaria de San Luis una exposición de revistas y periódicos centrados en la Nota Roja, llenó todas las celdas con ese material, luego hizo una revista que se llama Proyecto Gonzo —solo salió el número 0 y el 1— y uno de ellos estaba dedicado a la Nota Roja. Por cierto, él me va a reeditar Muertos de papel, lo cual es un honor para mí porque el catálogo que tiene son puros jóvenes y me da gusto que se haya fijado en mí.

–¿Cuáles son sus proyectos actuales?

–Estoy trabajando un libro que pretende ser de 10 capítulos con un profesor estadounidense. Diferimos un poco porque él tiene la teoría de que actualmente estamos frente al no policial. Yo creo que hay una línea del relato policial clásico de enigma hasta el narcorrelato y lo podemos ejemplificar con Hielo negro de Bernardo Fernández: hay policía, hay un delito, hay una investigación, hay erotismo, hay balazos, hay enigma. Esta variante literaria ha sufrido una evolución como todas las cosas; es natural que los jóvenes tengan estos intereses. No son productos mecánicos, pero son creaciones a partir de la realidad. CONACULTA me va a publicar Del infierno al paraíso perdido. La narrativa de la selva en América Latina. El proyecto inició cuando leí Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda (Chile, 1949). Sigo siendo un periodista que trabaja en una universidad. Hay quien dice que no soy investigador, que soy periodista; y al revés, los periodistas pintan su raya conmigo, pero a mí no me importa que me pongan en un lado o en otro, el chiste es que la escritura te dé motivos para estar contento.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas